Casi 20 años después de sumarse al BRICS, Sudáfrica no cumplió las expectativas de desarrollo. El PBI per cápita en 2025 está por debajo del nivel de 2007, con indicadores sociales en caída: desempleo récord, más pobreza e infraestructura deteriorada. A diferencia de otras economías emergentes de Asia y América Latina, la “nación del arcoíris” sigue estancada, frenada por dos grandes problemas estructurales: el colapso del sistema energético y las distorsiones profundas del mercado laboral.
Sudáfrica está en una encrucijada. Tiene activos para recuperarse —una base industrial diversificada, un sistema financiero sólido, instituciones creíbles—, pero los problemas de energía y empleo la siguen condicionando. Sin reformas profundas y sostenidas, el crecimiento seguirá limitado. Se proyecta un crecimiento del 0,8 % en 2025 y del 1,3 % en 2026.
Aroni Chaudhuri, economista de Coface para África.
De la esperanza de los 2000 a la desilusión pospandemia
En los 2000, Sudáfrica crecía al 4,3 % anual, impulsada por el boom de materias primas y su integración al comercio global. La inversión era fuerte, el consumo interno también, y todo indicaba que iba a despegar junto a otras economías emergentes.
Pero tres crisis sucesivas —la financiera de 2008, el fin del superciclo de commodities en 2014 y la pandemia— dejaron al descubierto debilidades estructurales. Hoy, la inversión apenas representa el 14,5 % del PBI, insuficiente para reactivar la economía y renovar infraestructura.
La crisis energética: el gran talón de Aquiles
La electricidad, columna vertebral de la economía, se convirtió en su mayor problema. Eskom, el monopolio estatal que produce más del 90 % de la energía, arrastra más de una década de falta de inversión.
Entre 2008 y 2019, las tarifas se cuadruplicaron sin resolver los cortes masivos de suministro. Resultado: actividad paralizada, fuga de inversiones y deuda pública disparada (del 28 % del PBI en 2007 al 76 % en 2025).


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Un mercado laboral quebrado
Con 33,2 % de desempleo en 2025, Sudáfrica tiene una de las tasas más altas del mundo. Factores clave: desindustrialización, falta de capacitación (42 % sin secundaria) y el legado territorial del apartheid, que mantiene a gran parte de la población lejos de los centros económicos.
La fragmentación espacial y los costos de transporte generan exclusión estructural y reducen la efectividad de cualquier política de empleo.


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¿Hay luz al final del túnel?
Hay señales positivas: el gobierno de coalición en 2024 podría traer más pluralismo y reformas. Se avanza en la reestructuración de Eskom, apertura al sector privado y alivio regulatorio.
Pero el camino será largo. Sudáfrica tiene activos para volver a ser una economía emergente dinámica: la industria más desarrollada de África, un sistema financiero sofisticado y plena integración comercial. Si logra superar sus trabas estructurales, puede aprovechar el crecimiento regional y recuperar su lugar como potencia continental.
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